El odontólogo siempre ha sido nuestra referencia como profesional sanitario que cuida de nuestra salud bucodental. Sin embargo, existe otra figura lamentablemente menos reconocida, que en los últimos años se ha revelado como fundamental en esta relación: el higienista dental.
Este profesional trabaja mano a mano con el odontólogo. Es un sanitario experto –con un título de técnico superior– y está capacitado para trabajar con nuestra boca. Eso sí, siempre bajo la supervisión del odontólogo.
El origen de esta profesión se remonta a la II Guerra Mundial, al necesitar el odontólogo un apoyo en sus funciones. Los primeros países en poner en marcha su formación y capacitación fueron el Reino Unido y EE. UU. Actualmente en España, esta figura está regulada por una ley de 1986 y por la formación profesional de grado superior como Técnico Superior en Higiene Dental.
Una parte importante del trabajo del higienista dental es, por supuesto, la higiene bucal de los pacientes. En especial, la prevención y, si cabe, la formación de los usuarios para mejorar dicha higiene. Así pues, una parte de la labor del higienista es didáctica, mostrando las mejores técnicas para cuidar y mejorar nuestra higiene bucal y evitar, en la medida de lo posible, las visitas al odontólogo por posibles problemas bucales.
Además, la actividad del higienista dental puede ser clave para identificar posibles patologías no solo bucales, sino de salud en general, que se detectan a través de exploraciones orales periódicas. No son pocas las enfermedades que tienen sus primeros síntomas –o los más evidentes– en la boca y los dientes. Por tanto, la interpretación y detección de estos profesionales es clave.
En colaboración con el odontólogo, el higienista dental también puede realizar exploraciones y algunas técnicas no invasivas, como aplicar fluoruros tópicos, colocar o retirar hilos retractores o selladores de fisuras, eliminar cálculos y tinciones dentales y realizar raspados y pulidos, entre otras.
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